jueves, 19 de mayo de 2011

El incómodo Phillip Roth lo vuelve a hacer


Philip Roth, eterno candidato al Nobel de literatura, acaba de ser galardonado con el premio Man Booker otorgado en Europa a escritores de habla inglesa.

Es indudabe, él es un escritor incómodo, de prosa brillante e ideas aplastantes, con planteamientos tan originales como conclusiones desconcertantes, y en el universo de la literatura mundial, es un nombre que hay que leer.

Cuando uno de mis gigantes admirados en literatura alcanza un logro, yo lo celebro como si fuera de mi amigo más entrañable. Soy feliz lectora porque Philip Roth ha sido galardonado hoy con el prestigioso premio Man Booker. Solo le falta el Nobel. Libros lúcidos y demoledores, de narrativa potente, vital y dolorosa. 31 libros narrándonos los conflictos, paradojas, esperanzas, soledad, miedos y temores más íntimos que sacuden el alma humana. Y lo hace sin piedad…sin prejuzgar a sus personajes, limitándose a colocarlos en escena con sus conflictos y neurosis, absteniéndose de emitir juicios morales.

Es un extraordinario narrador, vertical, destemplado, de escritura veloz y magistral. En su obra ha explorado el sentir de los judios norteamericanos, ha recorrido la gran depresión americana, la segunda guerra mundial.

Disfruto el fino manejo de ironía y humor con que disecciona a la clase media norteamericana de las últimas décadas con un retrato exhaustivo de su podredumbre moral, desnudando ante sus lectores lo que se oculta tras el sueño americano. El resultado es un mosaico implacable sobre nuestras emociones, sueños, esperanzas, contradicciones y miedos, mentiras. La lucha crónica del hombre con su moralidad, asi como la humana tentación de querer aislarse, de encerrarse en su casa como si fuera una isla flotante y romper amarras con el mundo y la sociedad que le rodea para encontrar la paz individual, son temas claves en toda su obra.

Del monólogo íntimo ha hecho su marca registrada. Y para narrarse acude a dos personajes: David Kepesh y Nathan Zuckerman. Son ellos su alter ego. Su otro yo. Fundamentalmente Zuckerman, protagonista de 9 de sus 31 libros a través de quienes nos envia mensajes sobre su preocupación por el sexo, la decadencia física y moral, la vejez y muerte, pero también sobre su necesidad de potenciarse a la vida, sentirla, querer seguir vivo y experimentar la libertad. Todo ello entrampado en una terrible soledad que circunda a cada ser humano.

Es un desmenuzador agudo de la sociedad norteamericana (Me casé con un comunista, el Lamento de Portnoy, Pastoral americana, el Teatro de Sabbatt, Némesis) reflejando la podredumbre moral de una sociedad que pierde confianza en Dios, en la justicia y la misericordia. “Nuestras exigencias morales son fantasías retóricas que se desmoronan cuando aparece el miedo” .

Desconcierta vernos retratado en sus páginas, su lectura es dolorosa por honesta y aguda, Y asistimos de su mano a ver como una y otra vez la gente acaba siendo justo lo que no quería llegar a ser. Como el que disecciona con bisturí, hace análisis de la sociedad sin ánimo de justificar ni salvar a nadie. El hombre como víctima de su entorno.

Los libros de Philip Roth no dejan a nadie indiferente. Y no solo por lo que dice y emociona, sino por cómo lo hace. Su lenguaje es preciso, vigoroso, inteligente y muy culto. Una lectura que sacia de palabras, que llena de sentimientos encontrados que nos pide seguir leyendo. Novelas intensas y grandes donde la ficción solo es superada por la realidad.

En los últimos años escribe sobre la vejez, la narra como la tragedia más demoledora porque no solo nos convierte en un cuerpo enfermo, cansado y humillado por la enfermedad, si no por la soberbia conciencia de saberse dependiente, frágil e invisible. Allí están Elegía o La Mancha Humana. Con asombrosa maestría nos obliga a experimentar el temible proceso de la propia extinción del ser. Porque la vejez, para Roth, es la invisibilidad del ser humano, es ir abandonando los viejos paisajes del escenario personal, los compañeros de la vida, las pasiones motrices, los amores que en su vida lo fueron todo. La vejez es irse llenando de despedidas mientras quedas cada vez más expuesto a la invisibilidad, a la dependencia y la fragilidad.

Roth desnuda la tremenda vulnerabilidad del ser humano . Porque como bien dice, al final, “todos naufragamos en el mismo infortunio”.


Laura Fernández

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