domingo, 30 de septiembre de 2012

Y mis padres, ¿Cómo soñarán el mundo?




Crecí en un lugar lejos de todo. Una ranchería guajira donde no había energía eléctrica, ni televisión, ni carreteras asfaltadas, el agua era un prodigio que llegaba con las lluvias o que traíamos en el lomo de burros desde las casimbas de los caños. El mundo se extendía hasta donde nuestros ojos podían llegar, iba desde nuestra casa hasta las montañas de Guana que veíamos en días despejados, unos 20 minutos en carro. Limitaba con Maicao a 45 minutos al norte, y con Maracaibo a una hora y media al sur.  El resto del mundo era una ficción. Una mentira que a veces encontrábamos en los libros de la escuela y llenaban la imaginación de fantasías y aventuras.

Pero teníamos la radio. Eso sí. Por ahí entró el mundo cada día a mi vida. Y por la radio supimos que había otros mundos, otros lugares lejanos y hermosos con los que mi padres soñaban en las tardes, despues de la faena del campo y con la fatiga viva en su cuerpo. Oían cantar en Radio Popular, una de las tres estaciones que entraban, a Pedro Infante o Javier Solis con sus letras desesperadas de desamor o traición, se estremecían con la alegría de sus mariachis hablando de parrandas y muchachas bonitas en la plaza Garibaldi de México. México se metió en sus cabezas, y ahí empezaron a soñar con viajar a esos lugares de las canciones. Y aunque el vallenato reinaba  en la banda sonora de sus días, no hablaban de Colombia, de su hermosa Bogotá ni de Cartagena ni de Santa Marta, tan cercanas. Quizás Colombia para ellos era Maicao y su inhóspito mundo de frontera, un lugar donde todo era confuso y cada uno se iba haciendo su ley como en esas películas  que ellos nunca han visto de John Wayne, resolviendo todo a tiros en el oeste americano. 

Crecí oyendo hablar a mis padres de todos esos lugares donde querían ir. Eran pocos: México, el primero, Madrid que no sé de donde le entraron las ganas a mi madre, quizás de alguna novela escuchada en la radio, a veces decía París "dicen que hay los mejores perfumes, la ropa más bonita pa nosotras las mujeres y la gente se enamora ahí",  y siempre Caracas. "Allá pasan cosas importantes", decían. Yo los oía embelasada soñando sus sueños. Un día salieron de la Guajira hasta Caracas, donde yo estudiaba por mandato de ellos. Fue su primero,  más lejano y último viaje distante que hayan realizado.

Aún sueña mi madre con ir a México y Madrid. A oir sus mariachis y bailar pasodobles. Tiene 75 años ella. Mi padre, a sus 82, ha perdido el interés. "El problema es el avión",  alegan ambos, "que se caiga y nos arrebate de todos nuestros hijos".

Con el tiempo, he logrado viajar a varios de esos países inexistentes en mis remotos días de infancia en la Guajira. E incluso conocer los lugares que soñaban mis padres. Cuando he regresado me esperan en el aeropuerto dos horas antes, mi madre con los ojos aún hinchados por el insomnio de varias noches y de llorar rezando a todos sus santos para que el avión no se estrelle. Se ponen ante mí a que les cuente cómo es eso, cómo es la gente, qué comen, son bonitas esas ciudades, y la gente no es pretenciosa como dicen?. Miran las fotos que he tomado, disfrutan los perfumes y los obsequios que les he traido, recorren con la vista, con la imaginación, con sus dedos, las postales que suelo comprar en cada lugar para que vean esas ciudades que por siempre han vivido en sus mentes. Y el momento es conmovedor.

Luego callan, se van y al irse yo no sé que se queda colgado en sus miradas insistentemente soñadoras, insistentemente resignadas, no sé que se queda rondando silenciosamente en sus mentes. Hay en sus ojos una extraña mezcla de tristeza con alegría y resignación. Siguen su vida de cada día en el caserío, y parecen felices, con ese mismo paisaje agreste de calor y trabajo a veces poco recompensado, con esa rutina circular que abarca la vida de nosotros sus hijos, sus familiares y vecinos, los trabajos en el campo, los pormenores de la nueva cosecha de maíz, las mismas discusiones sobre las previsiones del tiempo  para la siembra y siempre me sorprende esa alegría rotunda con que reverencian la hora de la comida. 

Nunca dejará de ser un misterio para mí cómo imaginarán ellos el paisaje de ciudad de México, o el madrileño, tan distinto de su Guajira ancestral, interior, campesina. Cómo imaginan la ciudad y sus gentes, la vida cotidiana y agitada que se desarrolla en ellas,  quien no ha conocido más que la Caracas de los 70  y sus rancherías wayuu de gentes sencillas y similares a ellos. 

Laura Fernández               


                                                                                                                                       
En la foto Jorge Negrette, Pedro Infante y la bellísima Maria Félix escenifican uno de los sueños, que algún día si pierden el miedo a volar, cumplan mis padres. 

sábado, 29 de septiembre de 2012

La mirada oblícua, fotos que un día escandalizaron Paris

Ninguna mirada es igual.  Lo confirma el mítico fotógrafo francés Robert Doisneau en esta serie realizada en1948. Colocó el cuadro de un desnudo en la vitrina de la Galería Romi de Paris. Escondió su camará Rolleiflex en una vieja silla que se encontraba en el interior de la galería y desde allí captó la mirada de los viandantes. Las miradas de la gente y sus distintas reacciones ante el desnudo. 

Una serie que puede ser desde divertida hasta dar para un estudio sociológico sobre la distinta manera de mirar femenina o masculina. Miradas de asombro, de escándolo, rechazo, de inquietud ¿serán las mías así?, de manifiesto deseo, miradas enjuiciadoras, divertidísimas, reveladoras de los prejuicios femeninos como la foto de la pareja donde la mujer intenta retener la atención del esposo mirando hacia otro cuadro y él subrepticiamente solo quiere mirar esas hermosas nalgas.

En su tiempo, 1948, esta serie de fotografías con el desnudo, 14 en total, escandalizó a los puritanos de París. Seis décadas después nadie se sonroja ni ante una mujer desnuda en una vidriera ofreciendo sus servicios. 

Maravilloso Doisneau, el mismo fotógrafo de una de las imágenes más hermnosas y famosas de todos los tiempos: el beso. Polémica, controvertida, con una historia que otro día contaré porque hoy solo quiero maravillarme con estas de la "Vitrina de Romi".

Laura Fernández

















Desespérame!


No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre,
que cada cosa cruel sea tú que vuelves. 

¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente. 

No me pierdas como una música fácil,
no seas caricia ni guante;
tálame como un sílex, desespérame!


Julio Cortázar. 
París, 1951-1952
Fotografía: Tino Álvarez

 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Oh día, despierta! Los átomos bailan.
Todo el universo baila gracias a ellos.
Las almas bailan poseídas por el éxtasis.
Te susurraré al oído... a donde les arrastra esta danza.
Todos los átomos en el aire y en el desierto... , parecen poseídos.
Cada átomo, feliz o triste... está encantado por el sol.
No hay nada más que decir.
Nada más.

Música: Armand Amar
Letra: "Poema de los átomos" de Rumi (1207-1273)
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