viernes, 17 de diciembre de 2010

Y brillaban las estrellas...

Laura Fernández

Uno de los más bellos y desesperados cantos de amor que alguien jamás podrá olvidar es "E lucevan le stelle", interpretado por el inmarchitable tenor Luciano Pavarotti.


Pavarotti con su bellísima voz imprime a esta aria de la ópera Tosca,de Puccini, dulzura, fuerza y nervio. No es sólo técnica, es pasión al cantar con ese timbre tan bello como inconfundible. Aún si no se conoce la letra, su sola voz llena de dramatismo y sacude los sentimientos de quien la escuche. Permite sentir el desgarro, la tristeza absoluta que vive el artista que condenado a muerte, ya no verá más a su amada.

Para mi esta aria es la joya, el tesoro, de la ópera Tosca. Llega casi al final de la ópera. Caravadossi, un artista perseguido, se encuentra a solas en su celda, donde se encuentra encarcelado. De su carcelero ha conseguido papel y pluma para por última vez escribir una carta: ha sido cruelmente torturado y condenado a muerte, quiere despedirse de su amada Tosca. Escribiendo en el desespero del adios, de un apasionado sollozo brota esta aria en la que se cruzan los sentimientos y recuerdos del amor vivido que nunca más podrá ser.

Revive los momentos que vivió junto a ella, el fulgor de las estrellas durante la impaciente espera, el olor a tierra y perfumes del jardín, y de ese recuerdo hermoso surge desgarrador el miedo a la muerte y su grito desesperado de amor por la vida.

En lo particular, a mi la interpretación que mas me emociona, que me hace vivir ese amor y ese desesperado adios hasta las lágrimas, es la realizada por Pavarotti. Creo que convirtió este aria majestuosa en una bendición para nuestros canales auditivos. Las he escuchado casi todas, con el gran Enrico Carusso, con Alfredo Krauz, Mario Lanza, Giuseppe di Stefano, Plácido Domingo,y con Jose Carreras. Ninguno imprime la gama de emociones que encuentro el gran tenor que se atrevió a hacer de la ópera un canto bello para las masas y sacarla del exclusivo lugar delas élites culturales. La gestualidad, la mirada, la voz de Pavarotti es inigualable.



LETRA DE "E LUCEVAN LE STELLE"

Y brillaban las estrellas
y olía la tierra…
chirriaba la puerta del huerto
y unos pasos hacían florecer la arena…
Entraba ella fragante
y caía entre mis brazos…
¡Oh dulces besos,
lánguidas caricias!
Mientras yo estremecido
las bellas formas iba desvelando…
Para siempre
desvanecido mi sueño de amor…
Ese tiempo ha acabado…
¡y voy a morir desesperado!
¡Y jamás he amado tanto la vida!


De Wikipedia obtengo la siguiente sinopsis que aqui dejo: "Tosca es una ópera en tres actos, con música de Giacomo Puccini y libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa. Fue estrenada con éxito en Roma, el 14 de enero de 1900, en el Teatro Costanzi. El texto de la obra está basado en un intenso drama, La Tosca, de Victorien Sardou, presentado en París en 1887, donde actuaba la gran actriz Sarah Bernhardt.

Tosca es considerada una de las óperas más representativas del repertorio verista italiano, por su intensidad dramática, violencia y por contener algunas de las arias más bellas del repertorio. El argumento combina intriga, violencia y pasión. Junto a Madama Butterfly y La Bohème, integra el trío de óperas más conocidas de Puccini.
Musicalmente, la obra se mantiene en el estilo desarrollado por Puccini hasta el momento: continuidad del discurso musical, roto apenas por una o dos arias. Las escenas más impactantes son el Te Deum del final del primer acto, y las arias Vissi d'arte (para Tosca) y E lucevan le stelle (para Mario). Dramáticamente, el segundo acto es de una intensidad inigualada por otra obra de Puccini.

La acción transcurre en Roma, el 14 de junio de 1800, cuando Napoleón vence a Austria en la batalla de Marengo.

El triunfo del escribidor


Vargas Llosa ha tenido la originalidad de considerarse un instrumento al servicio de la lengua y de su tiempo
Publicado en El Periódico.com, de México
Viernes, 8 de octubre del 2010
Juan VilloroEscritor

n 1974, a los 18 años, acompañé a mi padre en un viaje a Lima y lo convencí de que dedicáramos una tarde a buscar la apartada escuela Leoncio Prado, donde un cadete había sufrido suficientes humillaciones para convertirlas en gran literatura. Ya al anochecer, divisamos los farallones de un sitio inhóspito, que parecía más un presidio que una escuela. El exalumno cuyo libro fue quemado en el patio de ese colegio era Mario Vargas Llosa.

La ciudad y los perros fue una novela decisiva para mi generación. Los cambios de puntos de vista, los monólogos que se intersectan y el mundo de la juventud visto con la fiereza de quien ha perdido sus esperanzas en la sordidez, hicieron que fuera la Biblia de quienes nos iniciábamos en la desmesura de escribir.

Conversación en La Catedral, Los cachorros, La casa verde y La guerra del fin del mundo ampliaron ese horizonte narrativo, combinando complejas estructuras con un estilo llano, de engañosa sencillez. El autor se complicaba la vida con gusto al imaginar las tramas y se la facilitaba con más gusto al contarlas. La estructura se refractaba en planos muy diversos y contrastados, mientras la prosa fluía como una conversación. Un caleidoscopio descrito en tono de tertulia. La mezcla producía el sello distintivo del mayor novelista social de nuestro tiempo.
Hace 20 años que Vargas Llosa merecía el Nobel. En medio siglo su teclado no ha dejado de echar humo. El admirable arco de su producción va de Los jefes a la crónica del domingo pasado. En el trayecto, el incombustible escritor ha vivido como si el tiempo y la edad no existieran, sin perder su voraz curiosidad.

En una ocasión coincidí con él en un encuentro de escritores en Cali, Colombia. Eran años duros en los que aún se sentía la impronta de Pablo Escobar. Vargas Llosa viajaba con escolta especial. Lo acompañé en la camioneta que le había asignado el Ejército. Iba con el aplomo con que recorrió Perú en su campaña presidencial, sin pensar que podían matarlo. Alguien sereno en situaciones extremas, el narrador que no pierde el enfoque en el ojo del ciclón.

Cabrera Infante, que lo quiso mucho, dijo con ironía, acaso pensando en él: «Hay autores que se la pasan elogiando a Flaubert y publican más queBalzac». Lo decisivo en Vargas Llosa es que ser prolífico no ha disminuido su sentido del riesgo. Le gusta escribir mucho. Mejor para nosotros. Esta pasión se extiende al fútbol, los toros, el teatro, la comedia humana y la lectura.

Cuando coincidí con él en Berlín, comentó que aprendía alemán para leer en original a Thomas Mann. Su sostenido aprendizaje lo ha llevado a agotar bibliotecas enteras para escribir sobreFlaubert, García Márquez, Arguedas, Onetti, Tirant lo Blanc, Sartre y Camus e Isaiah Berlin.También lo ha hecho salir de casa para buscar verdades incómodas en África, Irak o las montañas peruanas dominadas por Sendero Luminoso. Sus crónicas han dejado constancia del gozo con que asume los divertidos desperfectos del destino.

Su radar de lector ha registrado clásicos indiscutibles, pero también a algún best-seller de ocasión, que lo cautiva sin prejuicios, o a autores mucho más jóvenes que él. Entre otros, el chileno Alberto Fuguet, el colombiano Héctor Abad Faciolince o el español Javier Cercas le deben vindicaciones memorables.

Hace algunos años presenté en México La fiesta del chivo. Como siempre sucede con Vargas Llosa,el acto derivó en un mitin. Había pancartas en favor o en contra de Fidel, citas de su descripción del PRI como «la dictadura perfecta». Poco antes de empezar, nos reunimos tras bambalinas con un actor que iba a representar al dictador Trujillo. Con cierto protagonismo, el actor advirtió al novelista que lo admiraba, pero repudiaba sus ideas políticas. Se hizo un silencio incómodo y algunos esperaron el gesto de soberbia del intelectual ofendido. Nada de eso: Vargas Llosa dijo que le encantaba estar con quienes pensaban diferente.

«¿En qué momento se jodió el Perú?». Esta frase de Conversación en La Catedral es el ábrete sésamo de América Latina. El narrador investiga una realidad que duele. Va a hablar de un mundo jodido. Ese mundo importa tanto que amerita 600 páginas. En traspatios y arrabales Vargas Llosaencontró su poética de la devastación. Ese mundo roto merecía el fervor de la crítica y una mirada que descubriera su belleza.
La tía Julia y el escribidor describe los afanes de un autor sometido a las exige
ncias del multiempleo. Poco a poco, el protagonista muestra una personalidad escindida, primero confunde a sus personajes y luego confunde su destino con un guión. Varias veces, Vargas Llosa se ha descrito como «escribidor», una manera cortés de poner el acento en el esfuerzo, el oficio artesanal, y no en su excepcional talento.

No se reinventa el mundo sin originalidad, pero Vargas Llosa ha tenido la originalidad de considerarse un instrumento al servicio de la lengua y de su tiempo, el escribidor que recoge las voces de los otros. En su nombre, la Academia sueca ha honrado a un pueblo de 500 millones. Escritor.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Retrato del desespero wayuu



Laura Fernández

Retrato de la desolación Guajira. Siempre creyeron los wayuu que si un día salían de su desierto, sería siguiendo el rastro del agua, no huyendo de ella. Ahora son refugiados climáticos. Y llegan a una ciudad como Maracaibo que ni les gusta ni gusta de ellos. Solo una esperanza en sus corazones, el día que regresarán a esa tierra ahora devastada para volver a pastorear un rebaño, cultivar el maíz y seguir tejiendo con sus chinchorros el descanso de los hombres. Y un peso sobre sus hombros: volver a empezar de cero. Titánica tarea de la que están curtidas sus experiencias. No por ello deja de ser difícil.


La foto es cortesía del periodista Leonel Enrique López, del periódico indígena WAYUUNAIKI.

jueves, 9 de diciembre de 2010

La Guajira bajo aguas (La furia de Juya)


En La Guajira de pronto todo se hizo agua. La sabana de infinitos horizontes con sus cactus y cardonales. Los caminos de arena y silencio abrumador. Las casas y chozas en cuyo interior tienen lugar los gestos de amor y convivencia de su gente. Los corrales y los cultivos.

La Guajira donde las lluvias son tan escasas, donde su gente baila la yonna invocando el espíritu de Juyá, deidad de la lluvia y la fertilidad, para poder cultivar, ahora está bajo aguas. Es como decía un amigo, Cristian Espinoza, "cuando no llueve nada, entonces le cae un diluvio". No hay carreteras, solo agua. No quedan cultivos, están tapiados por el agua. Cientos de rebaños de ovejos, reses, cerdos, ahogados en la noche devastadora que aún no culmina. Las trochas de barro, las carreteras de asfalto son rios furiosos. Y la gente atrapada, intentando por todos los medios salir. O ser auxilada. Todo es agua y desespero. Tristeza y rabia. Agua y miseria. Incluso lo que parece tierra, no lo es.

Tres meses de lluvias continuas,tres meses con autoridades indiferentes, o en todo caso, poco ocupadas en darse cuenta lo que era previsible. La Guajira se inundaría. En apenas dos días, del sábado 4 al domingo 5 de diciembre, las aguas bajaron violentas desde las serranias del Guasare, corrieron por el río Limón y el Paraguachón, y se internaron por Carrasquero, Molinete, Sinamaica,Varilla Blanca, Jaguasirú, Yauriuna, Yruamana, El Cero, Camama, Carretal. Nada quedó a salvo. Todo fue arrasado en esta embestida de la naturaleza.


Algunos amigos en Maracaibo y del país se sorprendieron al ver las imágenes de campos inundados, casas con el agua hasta los techos, gente en procesión arrastrando lo poco que les queda. Y eran esas escenas de la naturaleza que por muy devastadoras, no se acercan ni un poquito a lo que vive la gente, sin casas, sin siembras ni rebaños, sin sueños y con mucho miedo al abandono que tan conocido les es. Ahora vendrá ayuda oficial mientras bajan las aguas. Después, puede que todo sea igual. Un olvido. Ojalá no ocurra así,pero la duda es difícil de erradicar porque ha sido esa la vivencia guajira.

Y tanto como llama la atención el desconocimiento de la gente sobre la grave tragedia que vivía la Guajira, sorprendía aún más el silencio atronador de los medios de comunicación que poco o nada informaban de la situación de emergencia guajira.

Golcar Rojas,periodista y acusioso observador de los hechos, se preguntaba por qué la tragedia de La Guajira, que incluso empezó antes y con más fuerza que la de otras zonas, no ha tenido la misma repercusión en los medios. Y cuando hablan de ayuda y centros de acopio tampoco pareciera ser tomada en cuenta con la misma urgencia que el resto de regiones afectadas.

¿Qué hace entonces que la tragedia provocada por las lluvias en Miranda, Falcón, Vargas, sea más reseñada por los medios de comunicación social del país, oficiales y privados, que la tragedia que esas mismas lluvias originan en Guajira? Porque se informa tan poco y tan breve sobre la pesadilla wayuu?

La Guajira como Falcón tiene 90% de su territorio bajo las aguas. Hay dos vías para llegar a la Guajira. Carrasquero y Sinamaica. De las Cruces hacia Carrasquero y Guana no hay paso, la carretera fue arrasada por las corrientes del río Limón en más de 10 tramos. No quedan fincas ante el ojo humano, solo un horizonte de aguas abarcándolo todo, invadiéndolo todo. Es agua por todas partes, aún lo que parece tierra no lo es. El domingo 5 de diciembre se desbordó la represa de Tulé que abastece a Maracaibo, uno de sus diques cedió y sus aguas corrieron más de 100 kilómetros destruyendo hatos, vías, cultivos, rebaños, hogares y esperanzas. Llegaron a Sinamaica y grosera se metió en las casas. Las poblaciones de esa serranía fueron evacuadas en helicópteros. Carrasquero desde esa noche se hizo una historia de temores y pesares. La pesadilla que por siempre habita oculta la memoria de su gente, se hizo realidad. Las aguas superaron el muro de contención que todos los años, desde que tenemos memoria, amenaza con inundarla y arrasarla, las aguas pasaban por encima de su puente y arrebatadas entraron al pueblo. .En Sinamaica, el hogar de los añú, ya no sabe donde termina la laguna y donde comienzan las calles de asfalto del pueblo. Las lanchas donde los turistas pasean la milenaria laguna recorren las calles desesperadas de la gente del pueblo en ejercicio de evacuación. Los añú han hecho de las aguas su tierra firme, pero no la tragedia. Y los wayuu, gente de tierra firme, no se habitúan a las aguas a mitad de su cuerpo. Pero las prefieren ahora antes que abandonar lo poco que les queda. Permanecen en las carreteras hombres y jóvenes, resguardando los pocos enseres que la corriente les ha dejado a salvo. Es un paisaje dantesco, desolador. Tanta miseria y tanto olvido juntos.

Se dice que 87 mil mil de los 120 mil hermanos guajiros que habitan este territorio ancestral, están hoy damnificados. Algunos en escuelas y cuarteles militares. La gran mayoría salió de sus casas y sus fincas, y viven como desplazados climáticos en los hogares de sus familiares en Santa Cruz de Mara o Maracaibo.

Yo sé que no se puede decir que una tragedia es mayor o menor que la otra. Son iguales. Pero uno se pregunta por qué el dolor guajiro no afecta al venezolano y a los medios igual que el resto del país? Se acordó el presidente y vino entonces. Y solo así acudieron los medios y retrataron para todos el tamaño de la catástrofe.

Y cuando pasen las lluvias, cómo volverá el guajiro a su vida? Mientras la solidaridad del pueblo venezolano se hace presente con aportes en comida y ropa, el aire guajiro, el infinito wayuu se llena de oscuras bandadas de zancudos y jejenes que mantienen aprisionada a la gente en el calor de sus chozas. Uno espera que la atención sanitaria actúe a tiempo y evite la propagación de enfermadades como el dengue, diarreas, fiebre amarilla.

No recuerda la Guajira una inundación de esta magnitud en toda su historia. Juya embravecido.

Laura Fernández. Foto cortesía de Gustavo Bauer

Él no es Madona, él es Jesús


Andar por ahí con Jesús es como andar con Lady Gaga o Madona de compras. Las miradas de la gente se detienen insistentes en él, niños o adultos, en algunas veo cosas que me gustan para él, en otras me sofoca la rabia. Pero andar con él por ahí es una rica experiencia de amor y hermandad por su inaplazable necesidad de dar y recibir cariño. Andar con él es una fiesta para el corazón y el alma, una risa abierta y sonora porque le dio la gana ponerse medias distintas para rabia de Tana, porque se entrega a sus afectos sin nada a cambio, porque no maquilla sus sentimientos.

Andar con Jesús cualquier tarde, cualquier hora en cualquier lugar, más allá de las miradas de apoyo o las cargadas de indiscreción que él capta en silencio y esquiva también en silencio, es como abrigarse con él en sus irrenunciables y salvadoras rutinas no siempre comprendidas, maravillarse con su entusiasmo cotidiano ante la comida y dejarse arrastrar por la desarmante obligación que nos impone de ir cada fin de semana al centro comercial a comer helados y tequeños. Y sé que con amor, todos en la familia, le hemos salvado de la soledad del que ha sido etiquetado o se sabe distinto, que bien lo entiende también calladito. Aunque a veces se largue un sonoro "Emadre" "Ico" cuando se le hacen insoportables las miradas ajenas que le miran como si fuera un extraterrestre. Mi hermano JESUS, mi ángel sagrado, es una isla de amor y ternura en este mundo tan arisco y superficial. FELIZ CUMPLEAÑOS HERMANO!!!!!!!Eres el más especial de los hermanos y de los ángeles que la vida nos ha obsequiado. Te queremos y amamos!!!!


Laura Fernández