miércoles, 16 de diciembre de 2009

Temo más al clima que al átomo

Laura Fernández



Se reúnen en Copenhague los líderes del mundo para hablar y debatir medidas para parar la grave contaminación que azota al mundo. Adentro, los grandes vociferan, discuten, proponen y al salir y cerrar las puertas, seguro toman un escocés contentos porque el verbo ha sido abundante, ha sido bonito y los aplausos han llegado, seguros también que al salir de allí, todo seguirá igual. No son ingenuos. Saben que el cambio climático exige compromiso y muchos de esos compromisos van en contra de su economía. Cómo parar los campos petroleros con los dólares que producen? Cómo frenar la devastación de la Amazonía con el fabuloso negocio que representan los sembradíos de soja para los biocombustibles que el mundo "ecológico" demanda?.

La gente se muere de hambre en los cinco continentes, la cifra subió en estos 5 últimos años de 850 millones a mil millones de hambrientos. En los basureros de África, de Centro y Suramérica, de los países asiáticos y del mundo desarrollado, miles hurgan entre los escombros para sobrevivir. Y los campos se llenan de cosechas para llenar los tanques de combustibles de los carros.

Adentro los líderes, con calefacción. Afuera en las calles, frente a sede que acoge la reunión, las organizaciones y gente preocupada y ocupada por los temibles cambios climáticos que padece la tierra, protestan. Levantan pancartas, pintan mensajes en sus camisetas y gritan. Nadie parece oriles. O sí. Son molestos. Así que a los más osados, los arrestan. Afuera, en medio del frio invernal de Europa, la gente aguanta.

Mientras ellos se reúnen, hablan, se fotografían, afuera la tierra arde de calor, la lluvia se ausenta y los campos se quiebran, en el Ártico se deshielan los polos y los osos, y las ballenas, sin entenderlo, siguen con ansiedad rastreando la comida, llegando donde nunca habían penetrado, a costas cálidas y falleciendo.

La distancia ya no se cuenta en horas, como antes, sino por millas. Los automóviles se han transformado en el símbolo del progreso y el bienestar. Todo se acelera y mientras más rápido va el desarrollo económico de los países, más se demanda petróleo. Más tierra se quita a la naturaleza para sembrarla de torres petroleras y saciar la sed de energía del mundo actual.

Privilegio de los países poderosos. El 80% de esas riquezas naturales o minerales la consume el 20% de la población más rica del planeta. Por ejemplo, en Los ángeles, NY, Londres, asistimos cada noche al desfile de la energía, del consumo de petróleo reflejado en los modernos ventanales de vidrio de sus inmensos edificios, desde donde el mundo parece bonito, apacible, distante del bienestar que a ellos nunca les falta. Paradójicamente, la mitad de los pobres del mundo viven en los países ricos en recursos...las promesas del desarrollo no e han cumplido para ellos. ¿Podrán seguir subsistiendo estas desigualdades?

Muchos de los reunidos en Copenhague saben que algunos de los 10 más grandes ríos del mundo no alcanzan a llegar a los mares durante varios meses del año. Sus cauces se reducen, los árboles a sus orillas desaparecen, en las cuencas altas de los ríos avanza la deforestación, la minería. En apenas 40 años, la Amazonia ha perdido una 5ta parte de su superficie reemplazada por la ganadería y el cultivo de soja para alimentar el ganado, o los tanques de los carros. Así la selva se transforma en carne. Pero por cuánto tiempo más se podrá mantener esto?

50% de los cereales comercializados en el planeta se utilizan para alimentar el ganado o producir energía. 13 millones de hectáreas de bosques desaparecen anualmente, una cuarta parte de los recursos pesqueros están agotados, la temperatura de los últimos años ha sido la más alta de la historia...dicen los estudiosos del tema, organizaciones ambientalistas como Greenpeace, la UNESCO, que hacia el año 2050 podría haber 200 millones de refugiados climáticos en el mundo.

El problema es universal y a todos nos afecta. Nadie debería ignorarlo. Muchos de nuestros países padecen de escasez de agua y vivimos frente al mar. Tenemos sol a mares y lo ignoramos, ignoramos las plantas generadoras de energía por el sol en reemplazo del petróleo. como obviamos las plantas potabilizadoras de agua del mar.

Ya no hay tiempo de siembra en nuestros pueblos. Recuerdo de niña que mis padres miraban el cielo guajiro, escrutaban las estrellas y el canto de los sapos al anochecer, por el paso de las hormigas y los ventarrones de la tarde sabían cuando venía el tiempo para la siembra. Agosto siempre les ofreció el momento para arar e ir preparando los campos que en septiembre se cultivaban con maíz, ajonjoli, sorgo. Este año el verano ha sido eterno. No hubo lluvias y los tractores, y el campo seco, y las manos esperanzadas de los campesinos siguen esperando un momento que no llega. En enero habrá menos alimentos en las mesas venezolanas. Y lo mismo se repite cada día en todo el planeta.

Ya no hay tiempo para el pesimismo. Es demasiado tarde para ser pesimista. Solo queda tomar acciones. "¿cómo enfrentar esta indiferencia? defiende tu lugar...el tiempo es hoy, es la verdad, el reloj corre y no hay marcha atrás..."

1 comentario:

  1. el video que acompaña esta nota corresponde a una extraordinaria iniciativa emprendida por ambientalistas, creativos y artistas del Perú, para elevar su voz en contra de los graves cambios climáticos que nos azotan. Es un derroche de buen contenido y de extraordinario talento creativo.

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