martes, 21 de julio de 2009

La felicidad viene en ruedas y es amarilla

Por: Laura Fernández Abreu




La placidez me acompaña estos días. Me anima saber que al despertar las imágenes que grabará la retina y luego, más tarde en el día volverán a mi memoria, no será la secuela de noticias dolorosas o inquietantes de los noticiarios nacionales. Ni los rostros cínicos que asomados en las pantallas de las mañanas nos dicen que la inseguridad no existe, es solo un asunto de percepción. Que las muertes y los asaltos y los robos y los secuestros, son mentira, cuando aún tenemos fresco el olor a pólvora que nos despertó el día anterior y la mente perturbada por los 60 asesinatos del fin de semana solo en Caracas.

Anima amanecer estos días y saber que como cada año, igual a cada caluroso mes de julio, nos esperan las escenas inéditas del Tour de France, llegados como un bálsamo para por fin refrescar los sentidos y dar una tregua a la mente.

3.500 kilómetros corridos durante 20 días en esta edición donde estos colosos se internarán entre montañas nevadas con picos sobre los 3 mil metros de altura, campos de trigales extendidos y temperaturas de 30ª, pequeñas aldeas animadas por campesinos sencillos que corren tras los ciclistas a caballo, en bicicletas, desde una canoa en el río, o sobre sus tractores, pueblos medievales con sus iglesias de piedra y campanario saludando el paso de los ciclistas, hermosos viñedos tan añejos como la historia misma de Francia, y grandes ciudades de gente eufórica y moderna como Barcelona o París.

Las más hermosas imágenes que conservo este año me las ha regalado el Tour de France. Su entusiasmo inoxidable. Su alegría colorida alegrándome los días. Que hermosa es la Francia rural, la de gente humilde y rostro fresco, la de pequeños pueblos de 2 mil habitantes separados por apenas 2 ó 3 kilómetros uno del otro. De puertas abiertas, sin portones ni rejas en las ventanas. Pequeñas fondas y tranquilos cafés en la esquina. Kilómetros y kilómetros de verdor y cosechas. La vida parece plácida. Y entonces una certeza me invade. Añoro esa forma de vivir tranquila, suave a mis ojos, sin sobresaltos de delincuentes, la añoro con la misma intensidad que a veces pongo en ambicionar imposibles que a ratos consigo. Miro y remiro cada cms de imagen que me regala la televisión francesa o ESPN con sus comentarios documentados y, viendo la secuencia de ciclistas atravesando los campos galos, llego a envidiar lo que desde aquí siento como un privilegio: esa tranquilidad es un lujo, es todo lo que deseo y todo lo que no tengo aquí. Atrapada entre el trabajo y la vuelta a casa. Amanecer y retornar a la tarde por el mismo camino que en la mañana me trasladó a la vida real, esa tramada de acechanzas, de huelepegas que al amanecer han destrozado mi oficina y no hay nada por hacer. ¿Cuándo perdimos la tranquilidad? ¿Cuándo todo se hizo tan peligroso? ¿En que momento la alegría, el optimismo que suele embriagarnos se ha opacado? La respuesta es puntiaguda. Hiere por la consciencia. Por la certidumbre de que es una salida a largo plazo.

Los paneos desde el helicóptero dispersan mis inquietudes y llenan mis ojos de sembradíos de girasoles encendidos que tan magistralmente registró ese genio loco e inolvidable de Van Gogh, pasan ahora por el pueblo de Víctor Hugo con sus puentes centenarios mientras escenas de Los Miserables nos atraviesan el pensamiento y nos impulsan a buscar sus pasos por la gran red virtual. Cada pueblo vive a su manera el tour y lo expresa creativamente. En los más de 2.200 kilómetros devorados ya, hubo quienes vistieron sus vacas con grandes pañuelos amarillos, verdes, blancos y de lunares rojos, los colores emblemáticos de las camisetas del giro. O quienes esperaron sobre sus caballos vestidos de caballeros medievales, o las monjitas con túnicas amarillas para alertar que entraban en las tierras del girasol. Y la nostalgia me invade, y deseo correr y escuchar a Charles Aznavur, a Lucio Dalla y Pavarotti cantando el Carusso, a Leonard Cohen y también a Amancio Prada.

Pero esta semana, el domingo, termina la vuelta que por 3 semanas devora la realidad. Me aleja de ella y robustece la voluntad a veces tan debilitada. Tendré que esperar a julio otra vez para de nuevo ser feliz. Espero que algo cambie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario