martes, 3 de diciembre de 2013

Miedo, tengo miedo de Maduro

Miedo, tengo miedo de Maduro. De sus mentiras, de su ineptitud, de todo cuanto promete, de sus órdenes en cadena nacional de vaciar los anaqueles, de su incapacidad para gestionar el bienestar colectivo y de su inmensa capacidad para mentir.

Tengo miedo, es verdad, de Diosdado y de Maduro. De la inmoralidad con que pretenden ocultar sus responsabilidades por el gran desastre nacional que han “mejorado” en estos 6 meses: la inflación más alta del planeta, un desabastecimiento propio de países en guerra, una inseguridad que deja más de 100 muertos un fin de semana, una economía en el piso y los valores en la cloaca.  

Tengo miedo que con el poder que le han otorgado con la Habilitante a Maduro, el país parece un gigantesco campo de concentración. Lo controla todo, lo domina todo, lo tiene todo en su poder. Amparado en militares, en la asamblea nacional, en un inmenso y eficacísimo aparato mediático de propaganda y en sus tribunales ad hoc.

Y sin embargo, el país está peor cada día.  Y los males son culpa de la oposición.
Pero lo que más miedo me da, es la gente que a pesar de todo les apoya. La que sale sin pudor y sin cuestionamiento moral a vaciar los anaqueles.

La gente como mi primo, honrado asalariado que hace colas kilométricas para comprar alimentos, y sin embargo dice "yo sigo votando por estos, porque son los únicos que hacen algo por uno".

O la vecina de mi madre, cuando oye la cadena nacional de la tarde y después del rosario trata de convencerme: "qué gente más buena, estos sí quieren al pueblo. No como los corruptos comerciantes esos".

O el cuñado aquel que montado en una camioneta 4 x 4 me dice "menos mal que gobiernan éstos, porque hay que ver en la que nos metió la cuarta.” Ni sus muchachos han terminado la universidad porque “para que van a perder su tiempo si ganan más como taxistas”.

¿Y quien es capaz de discutir con ellos? Con ese cuñado, la vecina, el primo, cejijunto, incapaces de reconocer nada de la realidad.

No se puede discutir con las paredes mentales.

Y a Maduro le quedan cinco años, al menos, para continuar disfrutando de algo que nunca debió disfrutar: el poder. Da miedo. 

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